domingo, 17 de abril de 2011.
Desempolvo los piratas del fondo del armario. Junto a ellos también estaba guardado el sol. Alguna pelea que otra. También la libertad. El miedo, y la ilusión. Desempolvé los helados y las risas, el agua de mar. Ya me había olvidado de las estrellas fugaces y de ignorar la hora, el sitio, la posición exacta de tus labios, los relojes. No sabía ya disfrutar sin el temblar de un corazón inquieto. Aún no dormía en tus brazos, pero el vaivén de la marea sustituía torpe aunque fielmente cada caricia.

No recordaba cómo seguir luchando. Me robaron la espada y con ella la furia. La dignidad. El ruido me subyugó, perdonen por no callarlo con cada verso, perdonen por no gritar. Me pintaron en negro. A veces, ciertas noches, veo la luz y mis dedos se convierten en garras, mi lengua se hace pluma. Se fueron los días largos y con ellos todo empezó de nuevo. Tuve que volver a ascender ante vuestras miradas impasibles, tuve que tener en mente quién soy, quién fui, quién seré y quién quiero ser, quién quieren que sea, quién les mostraré y quién ocultaré (entre las alas). Dejé de creer en mí y ese fue mi mayor error: la fe no mueve montañas, pero mueve mis puños y mi palabra.

Desempolvo los piratas y vuelven a nacer las tardes brillantes de sudor y viento. El calor nunca empañó esa fantástica sensación de correspondencia. Unos cuantos poetas infelices me hicieron separarme de mis auténticas raíces. Pero nunca las perdí. Ahí están, junto a la brisa marina, los reencuentros, los abrazos, el tequila, los besos, las conversaciones entre fogones y platos, los roces (in)deseados, los papeles mojados, la fluidez. Pero aún siguen conmigo el alcohol y la magia. Tengo dos manos que nunca se cansarán de explorarte, un corazón que te llama cada noche, que ha aprendido a amar sin que duela, una mente que sigue buscando su propio sitio en un mundo de heridas y luces. Desempolvo mis piratas, me los pongo y salgo a dominar a la ciudad. Y el sol ha vuelto a salir, y la luna está preciosa esta noche, y el cielo es nuestro, porque te lo prometí.
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