viernes, 14 de octubre de 2011.
Eres incapaz de susurrar la poesía en las rodillas, admítelo. Y los octubres son más octubres si me llamas, y conteniendo la emoción, me dices: "eh, Javi, vamos, déjalo todo, deja de ser quien eres". Cuando el sudor disimulaba el terror a los espejos, y las mañanas... bueno, no sé, tenían un olor distinto. Eres incapaz de ver más allá del vómito en baldosas. Cuando miras, y me miras, y vas y me sigues mirando: "eh, Javi, venga, llora y calla, sigue tragando". Y me rompo. En serio, ¿ya no ves que el mundo ha dejado de bailar para ti, y los pasillos me comen? Ahora estoy debajo de la mesa, empleando lo aprendido en notas, reciclando el juego de manos sin mentirnos en cada caricia. Ahora piso todas las puertas que hagan falta para verla, princesa, y las caderas son adictivas cada noche de no pensar. Y ahora, vete. Antes de que vuelva a olvidar la nota a pie de página de una historia escrita en bordes de servilletas. Eres incapaz de curar las heridas que ya no sangran y que muerdes con la boca manchada de tinta de bolígrafo. Ahora, vete y déjame dibujar en mi propia piel.
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