domingo, 20 de diciembre de 2009.
Déjame acariciar tu pelo. Ya no recuerdo cuántas veces sentí celos del viento, que lo domaba y lo hacía volar. Ahora yo soy su legítimo dueño.

Déjame que sea partícipe de esta maravillosa coincidencia que llamamos amor. Esta vez voy a ser indiscreto con tus pensamientos, con tus caderas. No me mientas. Engáñame.

Déjame que sigamos fundiendo deseos con sueños, escribiendo nuestro futuro en el dorso de tus manos. Pisemos los charcos, besémonos en cualquier rincón, hagamos del destino una fabulosa conspiración, destinada a atarnos los tobillos y a impedirnos ser nosotros mismos.

Quiero que seamos uno. Que el cielo sea testigo de nuestros despegues. Saltemos fuerte y a la vez, estirando hasta rozar con la yema de los dedos la felicidad.

Átame, pero déjame libre. Mátame, pero no olvides besarme antes. Quiero que me tengas en la palma de tu mano, y a la vez no te alcanze la vista para contemplar mi ser en su totalidad. Desespérate. El mundo gira a nuestro alrededor.

Déjame llorar, hazme reír. Déjame sentirte en cada trozo de piel, en cada jadeo, en cada mirada. Quiero verme reflejado en tus ojos cada vez que me sea posible. Necesito que me necesites.

Pero no me dejes caer.
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viernes, 4 de diciembre de 2009.

Luna:
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada.
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente!, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme! (A las ramas.)
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.

Federico García Lorca, Bodas de sangre

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miércoles, 2 de diciembre de 2009.
[Papel en blanco] [2 - Diciembre - 2009] [Miércoles sangriento]

Escuchando: Trae ese ron - Violadores del verso


Escribo.
Escribo en un continuo intento de establecer un canal entre tu mente y mis palabras. Y así, perviviendo en tu recuerdo, eterna o efímeramente, sólo lograré entrar en ti.
No creas a narcóticos narcisistas que garabatean para adornarse. No les escuches, no te dejes influenciar, pues su discurso es efímero y contradictorio. Su camino no llega a ningún lado: cuando llegan al final, dan la vuelta e interpretan el comienzo como la meta, y se jactan orgullosos de haber encontrado señales que, curiosamente, ya estaban dentro de ellos.
Yo encadeno sintagmas como vía de comunicación, con el fin de que, argolla a argolla, concepto a concepto, unirte a mí en un vínculo tan invisible como tangible. Sin embargo, mis teorías se encuentran en constante evolución. No te culpo si piensas que soy tosco, hipócrita, inmaduro. Incluso si piensas que peco de falsa modestia. Sólo espero que algún día me sientas y me comprendas, llegues a intuir mis mecanismos, mis medias verdades. Mi inspiración.
Tal vez me juzgues como indiscreto. Mi posición privilegiada me permite observar tus maravillosas virtudes, tus vergonzosos defectos, tus inquietudes más profundas. Pero... ¡oh, vamos! Ábreme tus puertas. Mi alma sólo puede sobrevivir si le das cobijo: cada vez que mis palabras resuenan en tu conciencia, resucita.
Aliméntame. Necesito engordar mi ego. ¡Toc, toc!
¿De verdad piensas que me puedes engañar? Soy consciente de tus debilidades. Tu máscara de felicidad se resquebraja continuamente ante mi escrutinio. ¿No habías notado ese olor a insatisfacción que emanas? Tus sueños no se han cumplido y malvives intentando burlar la verdad y tergiversar tu propia realidad. Dudo sinceramente que aguantes un segundo más haciendo caso omiso a tus preguntas sin respuesta. Huyes permanentemente del universo que te rodea. ¡No, no llores! ¡Las lágrimas reblandecen tu careta! Lo que necesitas es quitártela por completo, aunque no creo que puedas hacerlo sin ayuda... Eh, ¿ves ese cabo de cuerda? Está formada por sílabas que, previamente conjuntadas, forman una verdad única e inmutable.
Tira. ¡Vamos, tira! Sírvete de ella como guía. Y, tal vez, tirando y tirando, me encuentres en el otro extremo. ¿Te atreves?
Escribo, y cada golpe de pluma me deja un sabor a sangre en los labios proveniente de tu corazón. El lenguaje me proporciona la materia prima, tú eres el demandante de mis figuritas de madera. Se trata de un proceso capaz de ordenar lo más caótico. ¿Creación? No. Modificación.
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