miércoles, 27 de enero de 2010.

[...¿Es que acaso he de implorar al sol para que ilumine tu silencio?...]


Mátame. No hacen falta grandes aspavientos, no te ensañes mucho a la hora de cumplir tu venganza. Sólo deseo que cierres el telón... la función ya ha terminado.

Ya no volveré a esconderme entre las tinieblas de un cariño mal dosificado. No me verás contar tus lunares uno por uno, no me encontrarás sumido en la oscuridad de la sombra que proyecta tu radiante luz.

Sumérgeme en un sueño profundo y feliz, donde no tenga que responder por mis caricias.

No supe escuchar, no cumplí las expectativas de tu alma herida y sanadora, magnífica y arrastrada. Nunca fui lo suficientemente valiente para caminar bajo la lluvia y ahora las nubes no pueden ocultar mi derrota.

Moriré, y otros verán en mí el camino a la perdición vadeando la excelencia en un continuo sendero de resbalones y esperanzas infundadas. Verán en mis ojos el testimonio de una mente contaminada por injerencias continuas de sentimientos que ni tú ni yo pudimos controlar, manejando nuestras vidas hasta límites insospechados.
Verán en mis cuencas vacías el color de la sangre, la carne, la pasión y el deseo.
La furia.
La ira.
Mientras espero a tu fatídica decisión, me sentaré en una silla a ver el tiempo pasar entre brisa y brisa.
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domingo, 17 de enero de 2010.
[... Admito que todos los aspectos de mi vida están condicionados por mi lucha interna. Desde mis relaciones afectivas o sentimentales, pasando por los estudios, mi manera de desenvolverme en la sociedad, incluso dan sentido a mis cambios de humor repentinos. Es una constante frustración que me está llegando a agotar. Por lo demás, intento llevar una vida más o menos normal, pisando con cuidado, eligiendo cuidadosamente mis acciones para no dar carne de debate a mi creciente dualidad. Poco a poco, voy acostumbrándome a mi situación: incluso ya distingo qué hemisferio me domina a lo largo del día. Sólo lo siento de verdad por aquellas personas que ven que sufro demasiado a menudo, y que no comprenden el motivo de mi insatisfacción permanente; aquellas personas que me acompañan detrás del burladero, que me susurran: "Tranquilo, estoy seguro de que volverán. Rockefeller nunca ha tenido demasiada conversación"
Tal vez algún día tenga que salir a matar el toro.]
Mente - corazón.
Comunismo - capitalismo - fascismo.
Amor - indiferencia - odio.
Conceptos que se tocan pero que no se ven el uno al otro. Conceptos particulares y a la vez generales, una inducción continua camino a desentrañar los cimientos de mi propia existencia.
Infame turba de nocturnas aves. ¿Un poeta sin versos?
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jueves, 14 de enero de 2010.




Un instante. Un sólo beso, uno sólo. Dos ojos, tres guiños, cuatro pestañeos. Cinco años, seis horas diarias. Siete exámenes de historia, ocho bostezos, nueve kilómetros de ruta sin final. Diez uñas pintadas de negro.


Once risas, doce llantos. Trece abrazos. Catorce San Valentines sin celebrar, quince rosas, dieciséis patatas del Burguer King. Diecisiete monólogos, dieciocho acampadas, diecinueve conversaciones filosóficas. Veinte palabras al oído.


En veintiún ocasiones has recogido mi lágrima vertida. Te he dicho veintidós veces lo mucho que me gustan tus caderas y lo poco que me agradan tus manos rugosas y frías. En veintitrés horas de clase te has aferrado a mi brazo, perfecto para esos cometidos, según dices. Más de veinticuatro horas seguidas viéndote la cara, veinticinco navidades echándote de menos, veintiséis bromas con las que me he quedado contigo. Veintisiete miradas serias que precedían a una carcajada súbita. Veintiocho recuerdos imborrables de nuestra memoria. Veintinueve...


Veintinueve...


¡Veintinueve!



E infinitas sonrisas a tu lado, petarda.
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Why don't you like yourself, little lady?

lunes, 4 de enero de 2010.

[Papel en blanco] [4 de Enero de 2010] [Lunes silencioso]


Escuchando: Una y otra vez - Antonio Orozco


Escribo.

Escribo por el mero afán de crear belleza. Al igual que el pintor esgrime su pincel y hace uso de líneas, formas, luces y colores que, conjuntadas entre sí, se disfrazan de arte; al igual que el pianista golpea las teclas con furia, creando notas que, armónicas entre sí, entran por el oído y llegan al corazón; yo juego con mi capacidad verbal para convertir lo mundano en extraordinario, lo usual en rareza, uniendo palabras y conceptos con leves relaciones semánticas hasta lograr llegar al castillo de esa princesa, ardiente y gélida, cercana y distante, que aún rehúsa de los espejos y una brisa de verano le privó de la capacidad de amar.

Entiendo el arte como una construcción, y como si se tratara de un edificio de cinco plantas, el todo se encuentra compuesto por pequeñas partes. Llámenle brochazos, notas, ladrillos o palabras. Se trata de jugar con la materia prima, de ordenar, de colocar y recolocar, hasta encontrar el equilibrio perfecto, la armonía en la composición. Y cuando se encuentra este equilibrio, un hada baja de las nubes y con dos o tres toques de varita consigue evocar en los seres humanos sentimientos dispares, pero todos igualmente conmovedores. No me pregunten cómo, ni por qué. Sólo sé que sucede, sólo sé que no sé nada. Y en este desconocimiento de lo habitual, en este vértigo de perseguir incesantemente algo que ni siquiera sé que existe, encuentro el placer de encadenar sintagmas.

Así pues, el arte no es un fin en mi obra, sino un medio. ¿Y cuál es el objetivo? La belleza. Alcanzar lo ideal, superándome en cada párrafo, es mi fin a la hora de dejar volar mi pluma. Retorcer la realidad hasta hallar la virtud. He de reconocer que el concepto platónico de la belleza como un ente superior que deja su rastro en la sensibilidad de nuestro mundo me atrae profundamente. La idea de la belleza como una realidad trascendente, que puede ser percibido por los sentidos sin ninguna razón pragmática o lógica, me apasiona y a la vez aterroriza a mi mente racional. Es como un complejo aparato electrónico del cual sabemos que funciona, pero no sabemos por qué lo hace así. Sólo que la belleza no tiene pilas. ¿O sí?

Sin embargo, considero que el arte como método para alcanzar ideales se encuentra vacío de contenido si no se cumple otro cometido: la comunicación. El no conseguir transmitir el sentimiento de belleza al receptor es considerado para mí un fracaso. ¿El problema es del emisor o del receptor, cuyos sentidos se encuentran carentes de capacidad artística? Lo ignoro. Pero voy a intentar poner todo de mi parte. ¿Volamos juntos?

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