lunes, 30 de marzo de 2009.

¿Qué te ha pasado, princesa...
Alzas la mirada y tus ojos tristes me atraviesan el pecho cual sable. Tienes las manos inusualmente gélidas y tu respiración es forzosa y acompasada.
¿Ya no te acuerdas de aquellas tardes, princesa? Ya no recuerdo tu cara, tu pelo, tu extraña manera de reírme las gracias. Sólo quedan esos ojos tristes de color caramelo y una cicatriz en el corazón que me duele más con el crudo frío invernal.
Caminas lentamente y mirando el suelo. La ciudad te intimida, te achanta, te oculta. Has dejado que tome el control. Careces de aquella autoestima que te caracterizaba. Ya no me miras orgullosamente, aquella soberbia que me irritaba y me excitaba a la vez. Has cambiado, princesa... ¿o he cambiado yo?
Ya no recuerdo cuál de los botones de tu camisa caía primero ante la nerviosa habilidad de mis manos. No transmites sentimiento alguno, eres inexpresiva. Pero tus ojos me lo dicen todo. Nunca me han engañado, princesa. Son a ti a la que traicionan.
Te lo dije, muchacha de ojos tristes. Suena terriblemente vanidoso, pero te lo dije. Te dejaste llevar por tus impulsos autodestructores y no lo pusiste, o quisiste, evitar. Te estás muriendo lentamente y tus manos frías te delatan. Pero esta noche olvidarás todo, mi pequeña suicida. Tan sólo vuela, vuela alto y márchate... Si eso es lo que quieres.
...que no te veo sonreír?
Skan

Comentários:

Publicar un comentario