domingo, 20 de diciembre de 2009.
Déjame acariciar tu pelo. Ya no recuerdo cuántas veces sentí celos del viento, que lo domaba y lo hacía volar. Ahora yo soy su legítimo dueño.

Déjame que sea partícipe de esta maravillosa coincidencia que llamamos amor. Esta vez voy a ser indiscreto con tus pensamientos, con tus caderas. No me mientas. Engáñame.

Déjame que sigamos fundiendo deseos con sueños, escribiendo nuestro futuro en el dorso de tus manos. Pisemos los charcos, besémonos en cualquier rincón, hagamos del destino una fabulosa conspiración, destinada a atarnos los tobillos y a impedirnos ser nosotros mismos.

Quiero que seamos uno. Que el cielo sea testigo de nuestros despegues. Saltemos fuerte y a la vez, estirando hasta rozar con la yema de los dedos la felicidad.

Átame, pero déjame libre. Mátame, pero no olvides besarme antes. Quiero que me tengas en la palma de tu mano, y a la vez no te alcanze la vista para contemplar mi ser en su totalidad. Desespérate. El mundo gira a nuestro alrededor.

Déjame llorar, hazme reír. Déjame sentirte en cada trozo de piel, en cada jadeo, en cada mirada. Quiero verme reflejado en tus ojos cada vez que me sea posible. Necesito que me necesites.

Pero no me dejes caer.

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