viernes, 10 de septiembre de 2010.
Fue una primavera linda, princesa, y lo sabes.

Demasiado vértigo cuando contemplábamos juntos a las flores sobreponerse a un invierno áspero y gélido. Aguantamos la respiración en espera de la lluvia de Mayo, pero el verano calmó nuestras ansias otoñales y con él, se fue el color en mis nuevos versos.

Flores de cartón, nieve de mentira, y mucho, mucho viento.

Tengo demasiadas teorías y ninguna se asemeja al vendaval de desidia que hizo que lo nuestro se me escapara como arena entre mis dedos, como las hojas que por pura inercia, o por designios de la naturaleza, forman un festival de tonos ocres y dorados, aquel paisaje que tanto añoramos pero nunca llegó.

Y justo cuando mi mundo volvió a ser en blanco y negro, justo cuando el calor de mis brazos se volvió tibio, escuché aquella canción.



¡Qué tonto! ¡Si nunca hubo nada!



Y justo cuando una de mis numerosas debilidades me volvió a instar a que pensara en ti, justo en ese mismo momento, volví a escuchar aquella canción.

Espero, princesa, que no te pongas celosa. No eras tú esta vez la destinataria de mis recuerdos, ni era nuestra historia la que resultaba sospechosamente relatada entre acordes.

Somos jóvenes y tendemos a creer que cada situación es única y no se volverá a repetir. En nuestra ignorancia, pasamos por alto que cada persona sigue unos patrones ya predefinidos, y aunque digan lo contrario, es muy fácil caer dos veces en un mismo error. Somos animales guiados por nuestro instinto. Somos marionetas casi idénticas en un inmenso circo, con la salvedad de que somos nosotros mismos quienes podemos reescribir el guión.

Y así, volví a sentir el pinchazo de quien se siente identificado por segunda vez, de quien es consciente de que sus tropiezos son compartidos y fáciles de cometer. Aun así, sabiendo que al fin y al cabo siempre llega el invierno, no me arrepiento de nada. Porque fue tan bonita la primavera, y lo sabes...

Recé por tus besos en cada alborada...

Comentários:

Publicar un comentario