viernes, 12 de noviembre de 2010.
Un buen día te levantas con una sonrisa en la cara, en una peligrosa premonición de la jornada que te queda por delante. Con ojos somnolientos y el pelo revuelto, te diriges al armario, coges sin mirar demasiado la ropa que lucirás, y tras ponértela sin demasiada prisa, abres el cajón de la ropa interior. Sólo queda un calcetín blanco y otro negro. "Vaya faena", piensas. Y de repente, te das cuenta de que te da igual llevar calcetines distintos. En ese momento fue cuando empecé a crecer de verdad.

Y empiezas a mangarte las mangas, porque hay mañanas en las que, sinceramente, no apetece estar siempre listo. Apetecen colacaos como maravillosa rutina y un guiño pícaro a las dificultades del día a día. Empiezas a descubrir nuevos olores bajo el murmullo del viento, y a desistir de recolocarte el flequillo cuando una racha se lleva por delante el trabajo concienzudo delante del espejo. De repente te sorprendes a ti mismo admirando el arco iris perfecto tras un día lluvioso y desafiando con la mirada a los transeúntes que, sumidos en sus problemas que ellos creen tan importantes, ignoran la belleza y subestiman el poder del color sobre una capota grisácea. De improviso comprendes que las preocupaciones son subjetivas y que todas las historias son ajenas a lo que realmente importa. Miras a tu alrededor y tienes la absoluta certeza de que todo tiene sentido, que todo pasa por algo y que todo se repite continuamente, como aquella canción en el tocadiscos de tus padres. La absoluta certeza y la increíble tranquilidad que otorga el saber que eres uno más en un juego inconcluso, sin final y probablemente sin principio. Dejas de darle importancia a las fechas, las horas, los segundos. El tiempo nació para ser libre y fluir constantemente y ponerle barreras es inútil e improductivo. De repente deseas con fuerza que llueva, y salir a la calle porque sí y escribir en cualquier banco maltratado. En un momento aprendes a valorar la risa como la mejor medicina, como un chute de alguna sustancia desconocida que abre tus venas y aligera el corazón: y a la vez, minusvaloras el poder de la pluma como terapia, porque la verdad duele y escribiendo es más fácil coger atajos para llegar a ella. Ya hice muchas letras ayer, y no me curé, dijo algún poeta frente al micrófono. Te das cuenta de que ser simple es a veces la mejor solución, y recurres a tópicos, estereotipos y prejuicios por el mero hecho de sentir el placer de etiquetar de un modo tan sencillo la realidad. Tomas consciencia del regalo de respirar, de parar por un momento y bailar al compás de los latidos de tu corazón. Aprendes a agradecer la verdadera valía de los que te rodean, a ver fotos y dejar que la nostalgia te inunde e incluso te coma por dentro, a utilizar el poder de las caricias estratégicas a tu favor, a comunicar en silencio, a no dar nada por hecho, a no confiar en nadie y a la vez a confiar en todos, a odiar la retórica barata y las palabras vacías, a amar el arte y la magia que te traigo entre los dedos, entre las quemaduras de cigarro intermitentes en mi diario de bitácora. Cuentas a los demás aventuras y batallitas de cuando eras simple y tenías la enorme ventaja de vivir porque sí, de desafiar al reloj y fingir que no conoces el hálito de la muerte, de la soledad y el silencio. Y que no, que cualquier tiempo pasado no fue mejor, que es hora de reinventarse a cada paso y saber, con orgullo, que tienes tantas cosas que contar que no eres capaz de cerrar las historias. Y de repente, miras a tu alrededor y piensas "eh, todo va bien". Y sigues caminando, sigues caminando porque nunca te enseñaron a correr.
(...)


Esta noche es una de esas noches en las que el miedo te cuenta historias terribles para no dejarte dormir.

Agárrame fuerte de la mano, como sólo tú sabes hacerlo, y haz que olvide los fantasmas que vi tras tu mirada. Júrame que fueron fruto de mi paranoica inaginación.

1 Comentário:

Sara Galisteo dijo...

Genial, manito. Es que no hay más palabras. Jodidamente genial. Creo que me la voy a guardar, con tu permiso, porque es de estas cosas que te apetece leer más de una vez.

Te quiero tete.

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