jueves, 18 de marzo de 2010.
Escondámonos de ese puto viento
que cruel arrebata nuestro ropaje;
quietos, callados, muriendo.
Sin siquiera rozar el oleaje.

Tu serás amapola ya marchita
sin levantar sospechas infundadas;
yo seré, mi niña, vida
oculta en las esquinas de mi traje.

Crisálida de flores perfumadas.
Mariposas sin vendaje.


No, no he aguantado la tentación, no hace falta que lo recordéis.
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martes, 9 de marzo de 2010.
-Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba: "Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa".
El alumno escribe lo que se le dicta.
-Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: "Lo que pasa en la calle".
-No está mal.
Después de terminar mi último relato, que considero una compilación de toda mi creación literaria estos últimos meses, he decidido dar carpetazo a esta etapa.
Disfruto mucho escribiendo, eso es un hecho. El problema es que empezaba a tomar el hecho de escribir como un fin y no como un medio. Muchos podréis considerar que debe ser así, pero para mí no lo es. Debido a esto, la calidad de mi prosa había bajado considerablemente y, para que el escribir no se convierta para mí en un continuo reciclado de los mismos recursos retóricos, he decidido esperar a que una verdadera musa me venga a visitar, en vez de putillas baratas de burdel.
Puede que vuelva a escribir dentro de una semana, dos, tres meses o cuatro años. Suena a tópico, pero no lo sé. Tal vez no pueda resistir la tentación de la pluma o tal vez a partir de ahora mi literatura no cree la suficiente belleza como para ser compartida. Lo único que sé es que volveré a escribir.
Hasta entonces...
Vivamus, mea Lesbia, atque amemus
Rumoresque senum severiorum
Omnes unius aestimemus assis.
Soles occidere et redire possunt:
nobis cum semel occidit brevis lux,
nox est perpetua una dormienda.
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lunes, 1 de marzo de 2010.
Te bastaba medio instante para aferrarte a mí en un súbito abrazo. Susurrabas que la inminente llegada de Septiembre te aterraba y te hacía llorar. Te rodeé con mis brazos y te prometí que ninguna tormenta nos podría desviar de nuestro destino.

Ahora una leve brisa intenta imitar sin éxito a aquel vendaval.
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