sábado, 24 de julio de 2010.

Esta es una carta de amor sin súplicas.



Sin destinatario.



Pintada con colores dulces en mis labios y en mi piel,



retratada en el viento suave de Abril, inspirada en tu cuello y en tu pelo.



Una canción que mi voz enrabietada desgarra,


sin ningún oyente, a ningún buzón.


(...)












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miércoles, 21 de julio de 2010.
Seguro que alguna vez has sentido esa desagradable sensación de notar cómo necesitas decir algo urgentemente, necesitas exteriorizar esa vorágine de ideas, pero el estúpido sentido común o el miedo a equivocarnos nos paraliza de nuevo, dejando un extraño ardor en la garganta, como esas veces en las que las lágrimas están a punto de salir y te concentras como un imbécil en intentar retenerlas.
Es el máximo exponente de la dualidad y antagonismo entre la cabeza y el corazón. Sin embargo, es curioso darse cuenta de que el cuerpo y la mente no están tan separadas como se piensa en un principio. El estómago me indica que algo no marcha bien en mi proceso interno.
Y cada noche mi mente parece aclararse, y sabedor de que ya ha perdido la batalla desde hace mucho, implora una tregua a mi corazón. Porque conoce los antecedentes e intuye que la historia volverá a repetirse. De manera inconsciente mi mente analiza el pasado y da la alerta para que el futuro no vuelva a ser otra sucesión de lágrimas que emborronan cuadernos.
Pero me temo que de nuevo ya sabemos quién terminará ganando la partida. Como siempre, vamos.
A demasiadas revoluciones por segundo, un nuevo período se abre en el rodar continuo de mi vida, sin haber cerrado del todo las heridas del pasado.
A veces me gustaría olvidar tanto... asumir que no he salido de la adolescencia, que sólo soy un niño perdido en un mar de indecisión, disfrutar un poco más el momento, estar a gusto dentro de mi piel, aceptar que me equivoco y me seguiré equivocando y que estaréis ahí para levantarme siempre. Pero son demasiadas cadenas de las que tengo que escapar.
De hecho, creo que necesito olvidar...
...pero me miro dentro de tus ojos, y ansío disfrutar un poco más de tu recuerdo.
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La magia del comienzo

viernes, 9 de julio de 2010.
-Magia: Dícese de todo aquello que escapa al análisis racional de la información sensorial. Intentaré hacer de mi prosa gastada algo totalmente desconocido-


Las palabras te golpean,
una
detrás
de otra.
El cielo te observa, tus paredes oyen.
Suavemente
va creciendo en tu interior esa sensación.
No la conoces, pero la sientes.
Ansías conocer, alargas la mano...
Sin embargo,
el origen está lejos de ser palpado.
¡Sh! ¡Calla!
El silencio te parece el mejor aliado.

Sientes la líbido correr por tus venas. Tu boca se humedece y tus ojos, ligeramente desafiantes, se dirigen a la suya. El corazón empieza a desbocarse y la sangre impulsada no llega a todos los rincones de tu cuerpo por igual. Tiemblan tus rodillas y tu mente comienza a procesar imágenes de sus labios rozándote y explorándote, mientras que sus manos te desarman con cada caricia curiosa. Sabes qué está pasando, sabes lo que va a pasar, eres consciente de lo esencial de aquellos instantes. Pero sigues desconociendo el por qué de ese fuego, antes suave calor, que comienza en tu estómago hasta abrasar tu garganta.


Notas lo efímero
el precario valor de lo conocido hasta ahora
conoces este instante
ya no sirve nada más.
El pasado se perdió entre la brisa
y los vientos del porvenir no han soplado.
Aún.
Guardas la respiración, alargas el momento
y sientes el peligroso placer de lo irracional.

Ya que el tiempo ha dejado de existir, no te importa posponer eternidades el contacto. Te acercas lentamente, buscando aquello que tu estómago pide a gritos, con furia incontenible. Notas cómo ese ardor toma el control de tus actos. Tu boca, por fin, se une con la suya y un fuego cruzado os descarga mutuamente.
Sintiendo de nuevo el alivio envuelto en cenizas.


Tu cuerpo al fin es dueño de tus acciones,
y sigues sintiendo
ese ardiente pinchazo,
esas ganas de gritar,
de nuevo esa sensación placentera...
y no sabes por qué, pero no necesitas saberlo.




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