martes, 17 de noviembre de 2009.
Tenías los ojos cerrados y una sonrisa de tonta, soñando seguramente con cualquier tontería o quizás con el destino incierto de nuestras vidas. Eres tan jodidamente preciosa cuando duermes, nena. No pude evitar rozar el reverso de mi mano con tu piel en una leve caricia, temerosa de despertarte.

Notaba fluir la magia a mi alrededor. La luz se filtraba con timidez entre la persiana, como si ella también tuviera miedo de que volvieras a la realidad. Sentía una extraña morriña en el pecho, un sentimiento de felicidad sin razón aparente que me embargaba hasta llegar a ahogarme.

Lentamente, rebusqué entre tus sábanas hasta encontrar tu mano. Cerré los ojos casi instintivamente al entrelazarla con la mía y sentir de nuevo este tacto tan familiar.

Me equivoqué tantísimas veces, nena. Y tú también te equivocaste. Nos dejamos llevar como dos hojas otoñales, guiadas erróneamente por la ronca voz del viento... y cuando nos quisimos dar cuenta, ya era verano y no acertamos a oír ninguna guía para nuestros pasos. Quizá es que no la supimos escuchar.

Quizá. Pero no lo sé. Y nunca llegaremos a saberlo con certeza.

Sabes que no voy a cambiar, y espero que no aspires realmente a cambiarme. Mi mente es un continuo bullir de conexiones fallidas entre tus recuerdos y tus hechos, todos convergentes hacia la conclusión de que no puedo ofrecerte todo lo que necesitas. Espero que sepas ignorar convenientemente esta gilipollez: Mi corazón canta demasiado alto.


Perdóname si alguna vez te quise pedir perdón. Mi baja autoestima me impide darte lo mejor de mí mismo y dejé la dignidad entre las ramas de un árbol caduca. Pero te quiero, ¿sabes? Te quiero tanto que a veces me ahogo rozando tus labios en cualquier lunes de Octubre. Aunque no te pueda ofrecer chinos con rosas, ni braguitas mojadas. Ni siquiera puedo asegurarte que mi demencia no haga acto de presencia cuando me susurras al oído palabras que, lentamente, se irán hacia un lugar donde ya no puedan ser escuchadas.

Temblando, te besé suavemente en la mejilla. No me despiertes, te dije. Necesito dormir.

1 Comentário:

Sara Galisteo dijo...

Tan bien escrito como siempre...Eres todo un artista,manito.

Espero que mi enésima vuelta al mundo bloguero dure un poquito más que las anteriores...Te quiero tete.

Publicar un comentario