lunes, 30 de noviembre de 2009.
Soy la arena y tú el agua que tira el castillo...

Grano a grano. Paso a paso. Beso a beso.

Mis cimientos se construyen sobre la línea de tus caderas.

Cavo una fosa llena de indiferencia. ¿Caerás en mi trampa?

Cada vez me acerco más al cielo.

Vértigo.

Libertad.

Altos alminares, gruesas murallas, grandes ventanales.

Pero con cristales. Me duele la brisa marina.

Manos torpes que dibujan líneas infinitas.

Imponente, escultural, perfecto.

Frío.

Mi bandera es tu sonrisa. ¡Vamos, sonríeme!


... pero no me importa...

Desde la torre más alta te veo acercarte.

Te huelo. Te oigo. Te siento.

Nada resiste tu paso.

Tu eterno movimiento. Tu inconstancia, tus imperfecciones.

Fluyes.

Como la gaviota que vuela y que acude a ti en busca de alimento.

Me oyes, pero no me escuchas.

En tu imparable avance sorteas mis estrategias.

No huyes, no esquivas, no planeas. Sólo avanzas.

Mis cimientos se desmoronan sobre la línea de tus caderas.

Nada consigue separarme de las cadenas que me unen a la tierra húmeda.

Sin embargo, mi bandera sigue en pie.

Te odio.

... siempre que quieras, ven a jugar conmigo...

Grano a grano. Paso a paso. Beso a beso.

...conmigo...

Conmigo.



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sábado, 21 de noviembre de 2009.

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martes, 17 de noviembre de 2009.
Tenías los ojos cerrados y una sonrisa de tonta, soñando seguramente con cualquier tontería o quizás con el destino incierto de nuestras vidas. Eres tan jodidamente preciosa cuando duermes, nena. No pude evitar rozar el reverso de mi mano con tu piel en una leve caricia, temerosa de despertarte.

Notaba fluir la magia a mi alrededor. La luz se filtraba con timidez entre la persiana, como si ella también tuviera miedo de que volvieras a la realidad. Sentía una extraña morriña en el pecho, un sentimiento de felicidad sin razón aparente que me embargaba hasta llegar a ahogarme.

Lentamente, rebusqué entre tus sábanas hasta encontrar tu mano. Cerré los ojos casi instintivamente al entrelazarla con la mía y sentir de nuevo este tacto tan familiar.

Me equivoqué tantísimas veces, nena. Y tú también te equivocaste. Nos dejamos llevar como dos hojas otoñales, guiadas erróneamente por la ronca voz del viento... y cuando nos quisimos dar cuenta, ya era verano y no acertamos a oír ninguna guía para nuestros pasos. Quizá es que no la supimos escuchar.

Quizá. Pero no lo sé. Y nunca llegaremos a saberlo con certeza.

Sabes que no voy a cambiar, y espero que no aspires realmente a cambiarme. Mi mente es un continuo bullir de conexiones fallidas entre tus recuerdos y tus hechos, todos convergentes hacia la conclusión de que no puedo ofrecerte todo lo que necesitas. Espero que sepas ignorar convenientemente esta gilipollez: Mi corazón canta demasiado alto.


Perdóname si alguna vez te quise pedir perdón. Mi baja autoestima me impide darte lo mejor de mí mismo y dejé la dignidad entre las ramas de un árbol caduca. Pero te quiero, ¿sabes? Te quiero tanto que a veces me ahogo rozando tus labios en cualquier lunes de Octubre. Aunque no te pueda ofrecer chinos con rosas, ni braguitas mojadas. Ni siquiera puedo asegurarte que mi demencia no haga acto de presencia cuando me susurras al oído palabras que, lentamente, se irán hacia un lugar donde ya no puedan ser escuchadas.

Temblando, te besé suavemente en la mejilla. No me despiertes, te dije. Necesito dormir.
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jueves, 5 de noviembre de 2009.
- ¿Sabes? A veces tengo la sensación de que la felicidad no es un estado de ánimo, no es un conjunto de factores, no es la cúspide de una pirámide. Cada vez estoy más convencido de que la felicidad se basa en instantes, en rachas intermitentes de apenas segundos, y que su influencia se extiende a lo largo del tiempo, estirándose como un chicle hasta romperse. Mira.

El chico cogió una piedra al azar de aquel lado del lago, y con fuerza lo lanzó al agua.

- ¿Puedes ver esos círculos concéntricos? Pronto no quedará nada de ellos, y la superficie del agua seguirá tan lisa como siempre. Pero aunque los círculos siguieran ahí para siempre, la piedra cae al agua en un instante, y se queda en el fondo del lago para siempre.

La chica sonrió para después replicar:

-¿Compartes conmigo unos cuantos instantes de eterna felicidad?
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