Buenos días, Febrero. Bienvenido.
(...)
En el breve suspiro de una mariposa soñadora, en el intervalo entre una mueca y la más dulce de las sonrisas, en tres o cuatro pestañeos de unos ojos hipócritas, se dio cuenta de que lo había perdido. Para siempre.
La carretera ardía bajo el sol, y allí, plantada en medio de la nada, decidió dejar de anotar cruces en el cuaderno de sus recuerdos.
Decidió volver a empezar, teniendo en cuenta que la fugacidad es la más bella de las cualidades.
[Debió existir en algún momento un sustantivo para lo efímero, pero pesaba tan poco que se lo acabó llevando el viento...]
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